Trans acaba de cumplir sus primeros 35 años. Para ello, nos hemos transformado desde fábrica, distribuidor, integrador, desarrollador, con especialización en un conjunto diverso de tecnologías y con foco en el resultado de las inversiones (business outcome). Ahora no solamente realizamos lo que nos pide el cliente. Nos asociamos con él, de modo que el cumplimiento de los solicitado no es lo más importante, sino el cumplimiento de sus objetivos de inversión. No hay alternativa, esta industria es muy dinámica y Argentina lo es más aún.
Nuestra inversión en investigación y desarrollo sigue tres ejes. Uno es el tradicional, capacitación para permanecer en la cresta de la ola en cada una de las tecnologías. El segundo es incorporar nuevas tecnologías, de modo de disponer una oferta cada vez más integral y de esa manera ampliar nuestra penetración en cada uno de nuestro pequeño universo de clientes. Por último, intentar crear nuevas formas de hacer negocios, con foco en los usos que la tecnología posibilita, como ser educación, salud, y seguridad; que mediante ella pueden mejorarse en forma significativa.
En los momentos más difíciles del país, siempre apostamos al crecimiento. En 1989, 2002, 2008 y 2020, el mercado local se redujo. Sin embargo, aún en esos años hemos crecido como resultado de la pérdida de inversión del ecosistema. Nuestra participación aumentó en un mercado en retroceso. La razón no es la tozudez, sino el profundo arraigo al país.
Ya desde 1975, como responsable de desarrollo de una empresa argentina de tecnología (Fate), me tocó ir numerosas veces a Estados Unidos, para evaluar y seleccionar tecnologías. En las primeras oportunidades, mi nivel de conocimiento estaba a la par de la de ellos. Con el tiempo, mi nivel relativo disminuía y llegué a pensar que ya no era posible alcanzarlos. Que habíamos perdido el tren. Era una verdad a medias. La solución estaba en la adaptación. En entender que desde cualquier lugar se puede agregar valor, y mucho valor. No siempre es aquél que uno supuso, pero puede ser igual o más importante.
Personalmente, mi formación como investigador me otorgó una resiliencia para afrontar las frustraciones y la ansiedad cortoplacista. Lo más importante son los objetivos, y en segundo plano los tiempos para alcanzarlos.
Pero seamos positivos, nunca tuvimos un mejor momento. La tecnología es apreciada por todos como la herramienta transformadora de la humanidad. Ya no de la economía, la educación, la salud; sino de la vida. Mi primer emprendimiento se llamaba Softhard. Ni mi familia ni mis amigos lograron entender a qué me refería. Creo que hoy en día, todos lo hacen. Mis nietas no lo entienden pero lo vivencian. Fuimos predicadores de la importancia de la tecnología y nos transformamos en los impulsores del conocimiento, del progreso.
Todos concuerdan que la tecnología arrastra a la humanidad hacia su futuro. ¡Qué linda responsabilidad! Pretendemos estar en primera fila, aunque no estamos seguros de cuál es la dirección correcta. Es una sensación rara, algo así como que somos los generadores de un alud de cambios, pero a la vez tenemos que esforzarnos para no ser pisados por el mismo. La gran pregunta es si siempre podemos correr al frente a más velocidad.
Otra vez, la solución es la adaptación. La generación de recursos humanos que ayuden a la transformación.
¿Qué más? Las motivaciones. Las mías, como empresario, claramente fueron crecer. Prácticamente todas las utilidades siempre fueron reinvertidas, de manera de posibilitarlo. No es cierto que el objetivo de una empresa sea el de maximizar los beneficios. Si estos se invierten, queda claro que el objetivo es sobrevivir y crecer, como cualquier organismo. El segundo objetivo es crear recursos humanos que sean capaces de tomar el testimonio y llevarlo a una nueva meta. Y que se identifiquen con los objetivos. Que se enorgullezcan de ser los motores de ese logro. En eso estamos.
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